Cuando miramos la ficha de personaje de muchos juegos encontramos características mentales y sociales (Inteligencia, Carisma, Porte, Sabiduría, Espíritu, Manipulación, etc.…) que están ahí para ayudar a definir cómo es el personaje psicológicamente.
Ya hemos dicho que normalmente es fácil asumir que las características físicas del personaje son determinadas por la ficha independientemente del jugador (Rol en vivo aparte). Pero, a un nivel interpretativo, es difícil aceptar que un personaje de carisma alto tenga dificultad a la hora de expresarse en los diálogos o un personaje de mucha inteligencia no caiga en la cuenta de ciertas informaciones básicas que supuestamente no se le deberían escapar, por ser producto de la interpretación del jugador.
Por mucho que en la hoja de personajes sumemos grandes bonificadores a las tiradas de inteligencia o carisma, a la hora de interpretar la inteligencia y el carisma, el que cuenta es el nuestro.
¿Deberían estar ahí estas características? ¿Para qué? ¿Cómo podemos hacer para que ficha y jugador no desentonen? (Desde ya adelanto que mis respuestas a estas preguntas vendrán en una próxima entrada)
Obviamente son otras de esas preguntas con respuesta abierta a los gustos y necesidades de cada uno. Lo expuesto a continuación no dejará de ser un análisis complementario de la primera parte del artículo sobre la base del problema. Ya que no solo es un problema entre sistema de juego e interpretación, también es un problema de concepto y sistema de juego.
Cierto es que raros son los juegos de rol en los que no se remarque con el sistema la psicología del personaje en mayor o menor medida. Sin embargo el planteamiento que se le suele dar a estas características normalmente es muy simplista y merece la pena ser revisado.
Los primeros juegos de rol que empezaron a utilizar características de inteligencia y carisma lo hicieron por una razón. Así como la fuerza determinaba el daño que causaba un guerrero y la agilidad determinaba la capacidad de hurto de un ladrón. La inteligencia sirvió para definir la capacidad de usar magia en el mago y el carisma para ciertos tipos de poderes especiales, propios del bardo o del paladín.
Aunque podían servir para guiar la interpretación del personaje, su función más importante era dar bonificadores a tiradas de acciones.
Los conceptos de Inteligencia y Carisma nacieron, crecieron y en general se mantienen en la mayoría de juegos con un tratamiento exacto a las características físicas. Son cuantificables y sirven para definir tiradas del sistema de juego.
¿Pero que definen? ¿Existe una sola inteligencia y un solo carisma? Por supuesto que no. Lo cierto es que a la hora de definir un personaje los conceptos de inteligencia y carisma son más bien vagos. En las explicaciones de las características los juegos no suelen dejar de mencionar que cada una de ellas son la suma de varios factores del personaje, algunas veces bastante dispares entre sí:
La inteligencia suele definirse como la capacidad de razonar del personaje, la astucia, la memoria y la cantidad de conocimientos teóricos que ha cultivado. A veces también la voluntad, el sentido común o la intuición.
El carisma define la capacidad de persuasión, el magnetismo personal, la pronunciación, el liderazgo natural el atractivo físico, el lenguaje corporal y, en definitiva, la habilidad para desenvolverse en cualquier tipo de interacción social. [Comentario jocoso: He llegado a leer en cierto manual que el carisma “mide la personalidad”, ¿Cómo se mide la personalidad? ¿Alguien es capaz de decirme la unidad de medida de la personalidad? ¿Es el metro? ¿El litro? ¿Entonces tiene más personalidad una botella de litro de Coca Cola que una lata de 33 Cl. de Pepsi? ¿Quizás la cantidad de horas en la consulta de un psicólogo? ¿El carisma es la frenología de los juegos de rol?]
Desde luego estos rasgos no son lo mismo. Un personaje puede tener mucha memoria y una educación muy grande pero no ser lo que diriamos muy espabilado. Quizás alguien puede ser un gran orador político pero expresa muy mal sus sentimientos. Ni que decir que la apariencia y la labia no son lo mismo.
Algunos juegos optan por recordárnoslo y que lo tengamos en cuenta a la hora de interpretar; e incluso otros hacen divisiones (Una característica define la astucia, otra define la memoria, etc). Lo cual son soluciones, pero soluciones parciales.
La base del problema es que estas cualidades jamás debieron ser definidas ni popularizadas como cuantificables. Si algo le sobran a la inteligencia y al carisma son abstracciones, lo que por definición quiere decir que no es mesurable. Por otro lado podemos pensar que si existe el CI de una persona, la inteligencia se podrá medir, y seguramente la capacidad social también. También que pese a lo incongruente de medirlas, cumplen una función útil y necesaria a la hora de definir el éxito de las acciones y los juegos de rol necesitan esto. Son ideas razonables. En este caso, lo que debemos preguntarnos es donde está el límite. En que aspectos podemos cuantificar la inteligencia y el carisma de un personaje y en cuales no. Y la pregunta más importante y en la que centraré mi atención es ¿Cómo podemos hacer para que la característica del personaje y la interpretación del jugador no choquen?
Como adelanté antes, estas preguntas me atreveré a abordarlas en mi próxima entrada.